En Derecho, la tradición se perfecciona bajo el concepto de la entrega de las cosas. Es así, que la tradición es un acto y no un hecho. Lo cual requiere de una manifestación de voluntad. Sin embargo, no toda entrega constituye «tradición». Chile ha tenido, desde antes de
su independencia, una tradición vinculada a la patria, la familia y al catolicismo, entre otros conceptos.
¿QUÉ PASA EN CHILE?
Hace algunos años, en Chile comenzó la «deconstrucción » de los «actos» fundacionales de la tradición nacional: la familia, el matrimonio, la educación de los hijos y la sexualidad de los niños. Eso sin contar
con el mediático ataque a los valores patrios, lo que ha llevado a la destrucción de monumentos, cambio de nombres de lugares históricos,
violentos vejámenes a la bandera nacional, etc.
La intención de «deconstruir » los valores tradicionales actuales, tiende a crear otros valores tradicionales. En ese sentido, la tradición no muere; sin embargo, lo que puede morir, o cambiar, son los valores que “entrega”. Por otra parte, es necesario recordar que, en la medida
que la tradición está anexada a un sentido social, dentro de una comunidad
pueden existir varias tradiciones o grupos distintos que defienden distintos
valores. Es lo que puede denominarse como «identidades culturales». Identidades de las cuales pueden surgir una o varias dominantes,
acompañadas o no por «subculturas», que actúan por sinergia, oposición
o ambas. Antes de los ‘90, la división clásica y perfectamente definida estaba señalada en clase alta, media y baja. Sin embargo, en los
albores del siglo XXI, existe una definición de 7 grupos socioeconómicos, cuatro de los cuales son de clase media (C1a; C1b; C2; C3). Lo que se debe tener muy en cuenta en el contexto de lo que se pudo observar en
la manifestación, de cerca de un millón doscientas mil personas; aquel 25 de octubre de 2019, en Plaza Baquedano (Plaza Italia) o, para algunos, Plaza de la Dignidad; acto que se desarrolló en Santiago.
Cabe señalar que muchos de los integrantes de aquel evento, pertenecen a gente beneficiada, en menor o mayor medida, por el sistema que supuestamente les afecta irremediablemente su calidad de vida. No es
menor que esas personas sean mayoritariamente de la nueva clase media o de la nueva clase media alta y alta; las cuales, a pesar de todo, no han dejado de lado su identidad primigenia. Dicho esto, se puede concluir
que no es fácil conseguir que la mayoría de la gente se comprometa, de verdad, con un sistema que puede que les conceda grandes privilegios; pero que también les exige un cambio radical de identidad. Aclarar que la gran mayoría no puede o no está dispuesta a hacerlo.
En todo caso, la tradición no muere ni muta fácilmente. De hecho, seguirá bajo la premisa de valores tan determinantes como: patria,
familia, religión y la propiedad privada; entre otros.